Mi nombre es Maximino Redondo y desde hace muchos años me dedico al mundo de la investigación. Siempre creí que investigando hacíamos algo bueno por nuestra aportación a la mejora de la salud. Indudablemente que sí, pero el haber tenido un contacto tan estrecho con la casa Pepe Bravo me ha hecho ver y darme cuenta de algo que desde el pico de la pirámide a veces somos incapaces de ver y sentir: la lucha contra la exclusión social y sobre todo la lucha contra la infelicidad del ser humano. Esto me hace admirar enormemente a estas personas verdaderamente vocacionales cuya máxima satisfacción en la vida no son las medallas que puedan colgarse o el dinero que puedan conseguir, sino la gran satisfacción de ayudar al necesitado, y llevarse de él esa sonrisa que quedará grabada en su memoria como el mayor tesoro que uno pueda conseguir.

resente de día y de noche en esa casa. El resto de nosotros podemos transformarnos en sujetos también activos y poner nuestro pequeño granito de arena, y pedir apoyo y ayuda para que se pueda continuar este gran proyecto.
Quisiera también mencionar a los otros habitantes de la casa como Antonio, Simo, Yasim, Gregorio, Juan Diego, José, Amed y sobre todo a mi querido Maxi. Todos forman una familia estupenda. Sabed que tenéis nuestro apoyo y esperanza en un futuro mucho mejor.
La casa Pepe Bravo, desde su sencillez, sigue trabajando firme, fuerte y constante y se siente como si perteneciera a todos nosotros. Necesita el ánimo y apoyo de todas las personas. La empresa merece la pena.